Escrito a principios de 2.009, tras la lectura de «El Secreto», acompañada de otras experiencias vitales:
Iniciando el nono año
de la veintiuna centuria,
en la Era de los Peces,
donde Jesús aparece.
Un alma inquieta vivía,
la cual aún no comprendía,
qué potencial tenía,
y cuán desperdiciada estaba,
pues víctima del gran engaño,
su capacidad dormía,
su ignorancia estabulaba,
y así fue de año en año,
hasta salir del letargo,
de su anodina existencia,
pues más allá de la Ciencia,
del mundo tal cual conocía,
una gran verdad dormía,
que descubrió en tal tiempo:
¿acaso hay libre albedrío?
¿estamos predestinados?
¿jugamos al Scalextric,
o podemos cruzar el campo?
El Secreto le aguardaba,
pues vive en nuestro corazón.
Solo hace falta quererlo,
hallarlo en algún rincón.
En un revés de la vida.
En el despertar de una ilusión.
En la casualidad, el milagro,
la añoranza o la desazón.
Somos agentes, no pacientes,
lo hemos de comprender.
Asimilar en esencia,
para no de alma adolecer.
Pues quien este poder no utiliza,
no deja de transmitir,
una señal agorera,
que le lleva a no existir.
¡Fuerza, potencial, deseo,
intención, amor, pensamiento!
Cualquier fugaz movimiento,
cualquier actitud orientada,
ordena el Caos, completa el sudoku,
iguala las caras del cubo.
Pues si decisión clara hubo,
en algún singular momento,
el Todo lo alinearía,
de tal forma lo dispondría,
dispondría algún invento,
para dejar sin aliento,
al más incrédulo miembro
de esta Humanidad vacía,
sin orden y sin concierto,
que tribula sin claro rumbo
por la inmensidad del Tiempo.
¡Qué gran placer, cuánto goce!
Encontrar un nuevo juego,
donde sin extender tablero,
pues ya nos hallamos dentro,
jugamos en todo momento,
cuidando los movimientos,
para no quedar sin tiempo,
pues la vida es limitada,
el reloj sigue corriendo,
y nuestra partida termina
si no llegamos a tiempo.
Si no tiramos el dado,
si nos pasa el movimiento,
si no recapacitamos
y pasamos cual objetos.
¡Mueve ficha, tira el dado!
¡Estate atento!, aun calmado.
Pues no es igual, no es lo mismo,
ser un vulgar mecanismo,
que locomotora pensante,
meditante y actuante,
en las rías del destino.
Solo una regla hay.
Una ley, una instrucción:
Y es la Ley de la Atracción.
Todo está interconectado.
Cual mar y olas,
turrón y almendras,
yema-clara, aire-cielo.
No hay linde en nuestra huerta.
Cultiva, riega, antes siembra,
que el Universo Infinito,
no premia la mala hierba.
Y como trabajo previo
requiere cualquier empresa,
eleva tu yo, tu esencia,
alcanza otra conciencia,
donde lo mundano sobra,
la cáscara no te interesa.
Delinea tu propia obra
y será puesta la mesa:
come, disfruta, ríe, llora,
son las salsas del menú.
Pero ten en cuenta siempre, amigo,
que el plato lo pides tú.