Las grandes empresas y las tácticas de guerrilla

Cada vez hay menos guerras en este mundo. O al menos ya no son «Mundiales». Pero siguen existiendo confrontaciones a muchos niveles, eso no hay quien lo dude: Guerras de sexos, rivalidades entre equipos deportivos, entre marcas, fabricantes, partidos políticos, etc. Es de agradecer que no se trate de contiendas bélicas, si bien en ocasiones nos encontremos con violencia aislada en sus distintas variantes (físicas en estadios de fútbol, verbales en parlamentos, juntas de accionistas, comunidades de vecinos, etc.). Siempre por intereses, es el poder de la escasez; querer, desear lo que no se tiene o de lo que se quiere más (títulos, poder, dinero, sexo, …).

Pero si tuviéramos que quedarnos con la causa de disputa universal, por su versatilidad a la hora de satisfacer otros deseos, el Rey de los móviles de las confrontaciones podríamos de decir que es el dinero.

Poderoso caballero es Don Dinero

Es el transfondo de inmensidad de disputas. Se ha convertido en la vara de medir de nuestra civilización: «Tanto tienes, tanto vales», «No hay Don sin din» (version suavizada del famoso proverbio «Don sin din, c.. en latín».

Y en esta lucha en particular, la de la búsqueda de dinero, nos encontramos a su vez con innumerables variantes, cuyo «Arte de la Guerra» ya no lo escribe Tsun Tzu, sino marketinistas y economistas de manera natural, y de forma cada vez más patente psicólogos, sociólogos y todo aquel sabio-consejero que crea ayudar a la causa. Así algún país ha podido inventarse guerras saliéndole, de momento, en términos económicos, el tiro por la culata. Inteligentes analistas de estudios de mercado deben haber bendecido una campaña para no dar bolsas de plásticos en una cadena de supermercados precisamente francesa, a la que la jugada no le ha salido nada bien. La idea era sibilina a la par que necia: Echar sobre las espaldas del consumidor la responsabilidad medioambiental sobre los residuos generados, y supuesto que verían con buenos ojos pagar por bolsas biodegradables… Los ajustes del mercado se están encargando de demostrar cuán equivocados estaban: A día de hoy, ya no las cobran…

Tácticas hay muchas, unas más arriesgadas y otras menos, unas son «órdago a grande», y otras, tácticas de guerrilla. Auténticas técnicas de origen bélico, adaptadas también por los agentes económicos. Lo usan los carteristas, los descuideros, los que sisan en las grandes superficies, los que compran lo más barato en cada sitio, los que comen de tapper en la oficina y luego canjean los «ticket-restaurant» por copas los fines de semana, los que buscan gangas en internet… Y es natural que las grandes empresas y corporaciones las hayan adoptado.

¿Pero quién toma la decisión, quién da la orden? O en un mundo cuyas relaciones comerciales y económicas, donde todo está tan informatizado, ¿quién presiona el Enter para que estas cosas sucedan? Sin duda que alguien con poder ejecutivo, de mando medio hacia arriba. Ni la operadora telefónica, ni el técnico informático, ni la señora de la limpieza, sino alguien al que le aprietan las tuercas para dar resultados. Hay que alcanzar o engordar los beneficios. Eso es lo que importa.

Esta táctica de guerrilla en «manchego» se denomina «merme». Como ejemplo ilustrativo de la idea, el genial sketch de José Mota sobre la «Conquista de Portugal de a pocos, yendo al merme» ;-D:

httpv://www.youtube.com/watch?v=eWw7ZbIiZfI

¿Y por qué las grandes empresas y no tanto las pequeñas adoptan esta técnica? La respuesta creo que es clara: Porque a pesar de lo que se pudiera pensar en un análisis rápido, una empresa pequeña, pongamos una tienda de barrio o un taller de vehículos, tiene más visibilidad relativa. Me explico: Una tienda que puede tener 300 clientes recurrentes, o un taller con 500, por ejemplo, si se te da el caso de que te has dado cuenta de una irregularidad (piezas gastadas, pan duro, engorde de facturas, comida casi-caducada, precios variables segun el día y la hora o el influjo de la Luna, …) y la comentas con otra persona a la que le ha sucedido algo similar en el mismo sitio, en expresión vulgar, «canta por soleares».

Sin embargo, en el caso de operadoras de telecomunicaciones con 17 millones de clientes, bancos con 5 millones, compañías eléctricas con 4-5 millones o aseguradoras con 2 ó 3 millones, si se diese esta situación en la que dos usuarios se han dado cuenta de que algo no cuadra, siempre aparecerá fácilmente un tercero que diga que no le ha sucedido, con lo cual podríamos aplicar el beneficio de la duda, y volverle a colgar el hábito a la inocente empresa que «lamentablemente» ha ometido un error.

Pero con Internet hemos topado, y además en tiempos de crisis estos hechos se han multiplicado como setas:

– Servicios que sistemáticamente no cumplen lo publicitado (salvaguardados o no por la «letra pequeña», esto no es de recibo), como por ejemplo anchos de banda irrisorios, seguros que se escaquean a la hora de aceptar siniestros, etc.

– Incumplimientos de normativas con el fin de mantener clientes, como por ejemplo el hecho de que varias compañías de telefonía móvil, con la obligación de liberar los terminales bloqueados una vez pase el compromiso de permanencia, lo imposibiliten.

– Y sobre todo, la Reina, en sus distintas modalidades, que es…: la facturaaaa cooooon errooooores. Oooohhh, sé que lo sabías, ¿a ti también te ha pasado, eh?

En fin, en posteriores comentarios abordaré las diversas irregularidades que se cometen por sectores, nombrando las compañías en las que me haya pasado directamente, pues puedo demostrarlo. Asimismo, animo a comentar vuestras experiencias al respecto.

Deja un comentario